22 Jun
22Jun

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, por inclinación natural, rehuimos de los problemas, tanto espirituales como materiales, buscando una vida apacible, tranquila, sin dificultades, haciendo consistir racionalmente en ello la felicidad en la presente vida; por lo cual, provoca una frustración e infelicidad los problemas que escapan a una solución inmediata. 

Lo primero que debemos reflexionar es sobre la constitución del hombre, ¿qué es el ser humano? "El hombre consta de dos partes esenciales: el cuerpo material y el alma espiritual (de fe)." Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 165. 

Estos dos componentes esenciales del hombre, cuerpo material y alma espiritual, tienen intereses distintos, lo cual provoca una seria dificultad al interior de cada persona, nos dice el apóstol san Pablo: 

"Porque la carne codicia contra el espíritu, y el espíritu contra la carne, porque estas dos cosas son contrarias entre sí, para que no hagáis todas las cosas que quisiereis... las obras de la carne están patentes: como son fornicación, impureza, deshonestidades, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades, contiendas, celos, iras, riñas, discordias, sectas, envidias, homicidios, embriagueces, glotonerías, y otras cosas como estas, sobre las cuales os denuncio, como ya lo dije: Que los que tales cosas hacen, no alcanzarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, castidad. Contra estas cosas no hay ley. Y los que son de Cristo crucificaron su propia carne con sus vicios y concupiscencias." Gálatas V, 17.   

Inferimos, que ya al interior del hombre hay una contradicción natural entre los intereses de la carne y del espíritu; sumado a ello nos instruye el catecismo que el alma tiene tres enemigos, a saber: mundo, demonio, y carne, los cuales hacen alianza para buscar su condenación eterna, por lo cual, podemos establecer que la vida del hombre es una constante lucha en busca de su salvación eterna, cuyas dificultades se han de convertir en su corona eterna. 

"Vestíos la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque nosotros no tenemos que luchar contra la carne, y la sangre: sino contra los principados, y potestades, contra los gobernadores de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus de maldad en los aires. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios; para que podáis resistir en el día malo, y estar cumplidos en todo." Efesios VI, 11. 

Pero, ¿por qué tenemos que luchar?, ¿por qué estamos constituidos de esta manera?... Porque estamos en camino a la eternidad, vivimos en un periodo de prueba temporal que termina con la muerte, dependiendo del uso de nuestra libertad, voluntad, e inteligencia, seremos merecedores de la eterna bienaventuranza o de los castigos del infierno. 

La tierra que habitamos es un lugar de paso, nuestra patria es el paraíso, hemos sido creados para vivir eternamente en el cielo, a esto obedece el principio y fundamento de la vida del hombre, a saber: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma". San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

Por esto, queridos hermanos, mientras vivamos en la tierra, tendremos dificultades que afrontar: "La vida del hombre sobre la tierra es milicia" Job VII, 1; por supuesto que encontraremos paz, pero esta es la que da nuestro Señor Jesucristo, la paz que el mundo no puede dar, la que se alcanza en la voluntad de Dios, en la salud o en la enfermedad, en la riqueza o en la pobreza, en la vida corta o larga, con muchos o pocos talentos, pero buscando en todo hacer la voluntad de Dios. "Quien en pos de mí quiere venir, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame." San Lucas IX, 23.

Procuremos meditar con frecuencia en las verdades eternas, reflexionar sobre nuestro motivo de vivir, entender el sentido de nuestra vida, para lo cual nos será de gran utilidad frecuentar los Sacramentos, tener especial devoción a la santa Misa, invocar con frecuencia a la augusta Madre de Dios.

"Nuestra vida, en la actual peregrinación, no puede estar sin pruebas, puesto que nuestro progreso se realiza a través de la tentación. Nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, y nadie podrá ser coronado sin vencer, ni podrá vencer si no hay lucha, por falta de enemigo y tentaciones." San Agustín, exposición del salmo 60, 3. 


Dios le bendiga.



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