Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, san Ignacio de Loyola, nos enseña una norma para usar de las cosas del mundo, a saber: "Las cosas de este mundo fueron dadas al hombre para que le ayuden a conseguir su fin, 'que de ellas tanto debemos usar cuanto sirven al fin, y tanto dejar o quitar cuanto nos impiden'." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
El principio y fundamento de nuestra vida es: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Tenemos muchas cosas a nuestro alcance en la presente vida, ¿cómo debemos usar de ellas?, ¿cuándo utilizarlas?, 'que de ellas tanto debemos usar cuanto sirven al fin, y tanto dejar o quitar cuanto nos impiden'.
Por esto, es fundamental la meditación asidua de las verdades eternas, principalmente del principio y fundamento de nuestra existencia, porque de allí se desprende el engranaje de nuestra vida, la manera como debemos desarrollarnos, la cosmovisión cristiana de la vida, el uso que debemos hacer de nuestro cuerpo y de nuestro entorno.
Si desconocemos lo que somos, el motivo y fin de nuestra existencia, se da por consecuencia un gran número de errores originados en la ignorancia del principio y fundamento de nuestra vida.
Por esto, queridos hermanos, debemos dedicar un tiempo cada día a la meditación de las verdades eternas, estudiar la doctrina católica, amar a Dios nuestro Señor por sobre todas las cosas, ponernos bajo la égida de la augusta Madre de Dios, invocar con frecuencia a los Santos de nuestra particular devoción, tener examen de conciencia, lectura espiritual, prácticas de piedad cristiana; en síntesis, vivir nuestra religión católica, llevar el buen olor de Cristo, disfrutar de la verdadera libertad de los hijos de Dios.
"Porque somos para Dios buen olor de Cristo, en los que se salvan, y en los que perecen." II Corintios II, 15.
Invoquemos con frecuencia a la Santísima Virgen María, pidamos su intercesión por nuestras necesidades materiales y espirituales, perseveremos en nuestras santas resoluciones, y tengamos la humildad para reconocer nuestros errores, para reestructurar nuestra vida.
“Vivamos bien, y serán buenos los tiempos. Los tiempos somos nosotros; como somos nosotros, así son los tiempos.” San Agustín, sermón LXXX.