"No te ruego, que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos con tu verdad. Tu palabra es la verdad." San Juan XVII, 15.
Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con éste o con aquél genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios.
La meditación de las verdades eternas es energía, impulso, fuego de la voluntad y demás facultades operativas, inundando de su luz la inteligencia, de donde se generan las obras de nuestra vida.
"No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres; y por más que te estimen los hombres, no puedes ser ante Dios más grande de lo que eres."
"Mira que te he mandado, esfuérzate, y sé robusto. No temas, ni tengas miedo: porque el Señor Dios tuyo es contigo en todos los lugares a donde fueres." Josué I, 9.
"Si el Señor no edificare la casa, en vano trabajaron los que la edifican. Si el Señor no guardare la ciudad, inútilmente vela el que la guarda. En vano es levantaros antes de amanecer". Salmo CXXVI, 1.
"El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo".
"Las cosas de éste mundo fueron dadas al hombre para que le ayuden a conseguir su fin, que de ellas tanto debemos usar cuanto sirven al fin, y tanto dejar o quitar cuanto nos impiden."