Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la mejor inversión que podemos hacer, es trabajar por nuestra eterna salvación, utilizar nuestros dones y talentos, la misma fragilidad humana, para acrecentar en méritos para la eternidad, aprovecharnos de todas las cosas que la Divina Providencia permite para bien de nuestra vida espiritual, aun las cosas displacenteras pueden servirnos como escalones para subir al cielo.
Lo importante es tener una determinada determinación por nuestro aprovechamiento espiritual, querer con toda nuestra capacidad la mayor honra y gloria de nuestro Divino Redentor, servirnos incluso de la enfermedad, de la pobreza, de la injusticia, de la vida corta, para mortificarnos, para purificarnos y desapegarnos de las criaturas; tarea nada fácil, porque la naturaleza humana rehúye lo displacentero, buscando por inclinación natural, lo que más se apegue a nuestro gusto y parecer.
"Y los que son de Cristo, crucificaron su propia carne con sus vicios y concupiscencias. Si vivimos por espíritu, andemos también por espíritu." Gálatas V, 24.
Es un proceso lento, la configuración de un alma con Jesucristo nuestro Señor, impregnarse y vivir el santo Evangelio, llevar el buen olor de Cristo; al principio con muchos errores e imperfecciones, pero paulatinamente se va desarrollando la vida espiritual en medio de lo ordinario, teniendo siempre por premisa nuestra santificación, lo importante es no desesperarse, perseverar a pesar de los desaciertos propios de la inexperiencia, tarde que temprano se alcanzara la perfección conforme a nuestra capacidad, vocación, dones y talentos particulares.
"Porque aquello que sembrare el hombre, eso también segará. Y así el que siembra en su carne, de la carne segará corrupción: mas el que siembra en el espíritu, del espíritu segará vida eterna. No nos cansemos pues de hacer bien: porque a su tiempo segaremos, si no desfallecemos." Gálatas VI, 8.
Afecta mucho la búsqueda de resultados inmediatos, querer cambiar rápido y sin mucho esfuerzo, buscar que las oraciones sean atendidas prontamente, ¿dónde queda nuestra santificación... la santa virtud de la humildad, de la paciencia...?
Empecemos por tener cada día nuestras oraciones de la mañana y de la noche, la meditación de las verdades eternas, lectura espiritual, examen de conciencia, frecuencia de sacramentos, invocación asidua a la bendita Madre de Dios, ofrecimiento de obras, instrucción religiosa, santo rosario; en fin, diseñemos un estilo de vida católico que se adapte a nuestra vida y obligaciones de estado, a su tiempo cosecharemos los frutos.
“Vivamos bien, y serán buenos los tiempos. Los tiempos somos nosotros; como somos nosotros, así son los tiempos.” San Agustín, sermón LXXX.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos alcance el don de la perseverancia en la vida católica, imploremos cada día su patrocinio, esforcémonos en hacer el bien, en vivir en gracia de Dios para alcanzar por la perseverancia la eterna bienaventuranza.
Dios te bendiga.