29 Jul
29Jul

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, en el mundo en el cual vivimos, estamos expuestos a las preocupaciones, peligros de los sentidos, abundancia de información, vulnerabilidad de los sentimientos, se hace necesario el retiro espiritual, disponernos al encuentro con Dios y con nosotros mismos, apartarnos de las actividades ordinarias, buscar la soledad y el silencio en un lugar apartado, tranquilo, que permita concentrarse y relajarse, a ser posible, en contacto con la naturaleza. 

Meditar en nuestra muerte, en el fin de nuestra vida, en la existencia del cielo y del infierno, en el cuidado que tiene la Divina Providencia sobre nosotros, en la misericordia de Dios nuestro Señor; acompañarla de la lectura espiritual, conferencias espirituales, sagrada confesión y comunión. 

En ocasiones es difícil que exista un tiempo disponible, pero podemos programarlo, prever las dificultades que se han de presentar, pero sobre todo, quererlo, buscarlo, ejecutarlo como parte de nuestras necesidades importantes. 

"Busca tiempo a propósito para estar contigo, y piensa con frecuencia en los beneficios de Dios. Deja las cosas curiosas. Lee tales materias, que te den más compunción que ocupación. Si te apartares de conversaciones superfluas y de andar ocioso y de oír novedades y murmuraciones, hallarás tiempo suficiente para entregarte a santas meditaciones. Los mayores santos evitaban cuanto podían las compañías de los hombres, y elegían el vivir para Dios en su retiro." Imitación de Cristo I, XX, 1. 

Un retiro espiritual nos muestra los peligros ordinarios a que estamos expuestos, nos aparta de las ilusiones y fantasías, nos permite escuchar a Dios y escucharnos a nosotros mismos, nos prepara para la adversidad.

Lo fundamental es tener el ingenio, la capacidad, la determinación de hacer un retiro espiritual, solo o acompañado, de varios días o al menos de algunas horas, pero nos puede ir la eternidad en estos ejercicios tan saludables para la salud espiritual. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos conceda una determinada determinación, para buscar nuestro bien eterno y temporal, en medio del accidentado camino ordinario de la vida. 


Dios te bendiga.


 

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