Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la naturaleza humana es débil e inconsistente, porque conserva el libre albedrío dependiente de la voluntad y la razón de cada persona, por ello, no debemos poner toda nuestra confianza y esperanza en los hombres, porque los que hoy te alaban mañana te pueden vituperar, no siempre por malicia, sencillamente por un enfoque distinto.
Una de las cosas más sagradas que tiene el hombre es la fe, con la cual se alcanza la vida eterna, y esta fe debe estar fundada en Dios nuestro Señor, en el santo Evangelio, y en el magisterio de la Iglesia, los cuales guardan una perfecta unidad, y están sucintamente resumidos en el Credo.
"Y así sin fe es imposible agradar a Dios. Pues es necesario que el que se llega a Dios crea que hay Dios, y que es remunerador de los que le buscan." Hebreos XI, 6.
Debemos ser cuidadosos de conservar nuestra fe católica, instruirnos en sus fundamentos para no ser sorprendidos, implorar la gracia del Espíritu Santo que nos conserve en ella, hacer constantes actos de fe de tal manera, que la vivamos en nuestro proceder ordinario.
La fe puede debilitarse cuando la depositamos en los hombres de iglesia, y llegan a cometer errores por la debilidad humana, por esto nuestro Señor nos purifica, y nos desapega de las criaturas, para que pongamos toda nuestra fe, esperanza, y caridad en solo Dios.
La Divina Providencia pone en nuestro camino personas y circunstancias que nos han de ayudar a crecer, hechos que han de probarnos, aflicciones que nos purifican, gozos que nos alienten, todo encaminado a formar en nosotros el hombre nuevo, conforme al modelo de nuestro Señor Jesucristo.
"Mas ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabra torpe de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, despojándoos del hombre viejo con sus hechos, y vistiéndoos del nuevo, de aquel que se renueva por el conocimiento, conforme la imagen de aquel que lo creó." Colosenses III, 8.
Las dudas contra la fe hay que confesarlas, expresarlas para aclararlas con un sacerdote o persona instruida, así como estudiar el tema para tener los elementos racionales necesarios para acotar las dudas e incertidumbres.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos, alcanzarnos las gracias necesarias, fortalezca nuestra fe, para vivir revestidos de nuestro Señor Jesucristo.