Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, donde se encuentre el ser humano, habrá diferencias porque es una criatura imperfecta, falible, dotada de libre albedrío, y por esto, debemos apegarnos a la verdad eterna, a la doctrina inmutable de nuestro Divino Redentor, sostener la fe integra que nos aparta de errores doctrinales, morales, y sociales.
Nuestro Señor nos dice: "Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no anda en tinieblas." San Juan VIII, 12; aquí se resume nuestra vida católica, en la renuncia a nosotros mismos para caminar en pos del Salvador, acomodando nuestra vida a sus divinos preceptos, amándolo por sobre todas las cosas, viviendo el espíritu del santo Evangelio, fortaleciéndonos con los sagrados Sacramentos; en síntesis, la grandeza y plenitud del hombre sobre la tierra, radica en cumplir con el fin de su existencia, a saber: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar el alma." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Qué mayor plenitud que ser templo vivo del Autor de la vida, que la Santísima Trinidad habite en nuestra alma, estar unidos con los bienaventurados por la comunión de los Santos, merecer la salvación eterna con nuestros actos ayudados de la gracia.
"¿Qué puede dar el mundo sin Jesús? Estar sin Jesús, es grave infierno; estar con Jesús, es dulce paraíso. Si Jesús estuviere siempre contigo, ningún enemigo podrá dañarte. El que halla a Jesús halla un buen tesoro, y de verdad bueno, sobre todo bien. Y el que pierde a Jesús pierde muy mucho, y más que todo el mundo." Imitación de Cristo II, VIII, 2.
Donde esté el juicio particular de los hombres, habrá diferentes enfoques, y si no existe humildad, unidad en Dios nuestro Señor, no podrá existir paz verdadera, incluso entre los hombres de Iglesia, cuando nos apartamos de la doctrina inmutable del magisterio eclesiástico hay rupturas y disensiones, porque el único punto de unión verdadero y duradero, se encuentra en el Autor de la vida, en la verdad.
"No te ruego, que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos con tu verdad. Tu palabra es la verdad." San Juan XVII, 15.
Por tanto, queridos hermanos, ocupémonos en conocer la verdad, la doctrina inmutable de nuestro Señor Jesucristo dada a la Iglesia Católica para ser predicada por todo el mundo, la cual se encuentra sucintamente resumida en el Credo, en lo demás podremos tener pareceres distintos, pero que no se nos vaya la vida en ello, las cuestiones humanas son variables, no son dogmas de fe, para que desgastarnos en hacer prevalecer nuestro juicio particular: "El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán." San Mateo XXIV, 35.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos conceda las gracias necesarias para estar en amistad con su divino Hijo, para vivir el espíritu del Evangelio, para llevar el buen olor de Cristo en nuestra vida.