Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la primer alma que debemos salvar es la nuestra, haciendo esto podemos ayudar eficazmente a la salvación de otras, independientemente de las adversidades y contradicciones que afrontemos, debemos vivir en gracia de Dios, no perder de vista que el pecado mortal es la presencia de Satanás en nuestra vida, la reincidencia en el pecado es la ruina de la vida espiritual.
"En todo pecado, el hombre se deja influenciar por el seductor original. Todo pecador, al pecar, se pone del lado de los enemigos de Dios, siendo el diablo el primero de ellos. El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, § 124, página 274.
Es fundamental entender la gravedad del pecado mortal, es incompatible con la lozanía espiritual, no puede habitar la Santísima Trinidad en un alma en pecado mortal, aunque es claro, que Dios nunca niega su perdón al corazón contrito y humillado, por esto estableció el sacramento de la penitencia.
La manera como Dios quiere ser amado, es cumpliendo sus mandamientos, es ahí donde debemos enfocarnos, para conocerlos, para vivir en caridad fraterna, llevando el buen olor de Cristo en nuestro caminar.
"Si me amáis, guardad mis mandamientos... Quien tiene mis mandamientos, y los guarda, aquel es el que me ama. Y el que me ama, será amado de mi Padre: y yo le amaré, y me le manifestaré a mí mismo." San Juan XIV, 15-21.
Sea uno de nuestros principales propósitos vivir en gracia de Dios, para lo cual debemos conocernos mediante el examen de conciencia, analizar nuestra pasión dominante para dominarla con las virtudes que hemos menester, acrecentar nuestros dones y talentos que hemos recibido, instruirnos con la vida de los santos, estudiar la moral católica, frecuentar los sagrados Sacramentos para revestirnos de nuestro señor Jesucristo, vivir el espíritu del Evangelio.
Si nuestra vida está afectada o accidentada por el pecado mortal, no perdamos las esperanzas de una pronta recuperación, Dios nunca niega su gracia y su ayuda a sus hijos más necesitados, pero es necesario poner nuestra voluntad, acudir al trono de la misericordia, a la augusta Madre de Dios, particularmente mediante el rezo atento y devoto del santo Rosario, medio eficaz para que los pecadores abandonen el pecado, y para que los justos alcancen la perfección.
"Aún cuando os hallaseis en el borde del abismo o tuvieseis ya un pie en el infierno; aunque hubieseis vendido vuestra alma al diablo; aun cuando fueseis un hereje endurecido y obstinado como un demonio, tarde o temprano os convertiréis y os salvaréis, con tal que (lo repito, y notad las palabras y los términos de mi consejo) recéis devotamente todos los días el Santo Rosario hasta la muerte, para conocer la verdad y obtener la contrición y el perdón de vuestros pecados." San Luis María G. de Montfort, el secreto del Rosario.