Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, hoy recordamos la degollación de san Juan Bautista, el hombre de Dios que reprendió al rey Herodes diciéndole: "No te es lícito tener por mujer a la esposa de tu hermano", porque aquel príncipe, esclavo de su pasión, vivía maritalmente con la mujer de su hermano.
No cabe duda, que un pecado llama a otro pecado, como la pasión desenfrenada de la voluptuosidad lo llevo en un convite a autorizar la degollación de san Juan Bautista, y ser presentada su cabeza en un plato dentro de la fiesta, ¡cuantos pecados en tan pocos momentos!, muestra que la pasión desordenada de nuestra naturaleza humana nos puede arrastrar a los peores crímenes y ofensas a nuestro Divino Redentor.
"Porque el mismo Herodes había enviado a prender a Juan, y le había hecho aprender en la cárcel a causa de Herodías mujer de Filippo su hermano, porque la había tomado por mujer. Porque decía Juan a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano. Y Herodías le armaba lazos, y le quería hacer morir, pero no podía. Porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo, y santo, y le tenía a custodia, y por su consejo hacía muchas cosas, y le oía de buena gana. Hasta que últimamente llegó un día favorable, en que Herodes celebraba el día de su nacimiento, dando una cena a los grandes de su corte, a los tribunos, y a los principales de la Galilea. Y habiendo entrado la hija de Herodías, y danzado, y dado gusto a Herodes, y a los que con él estaban a la mesa, dijo el rey a la mozuela: pídeme lo que quieras, y te lo daré: y le juró: todo lo que me pidieres te daré, aunque sea la mitad de mi reino. Y habiendo ella salido, dijo a su madre: ¿qué pediré? Y ella dijo: la cabeza de Juan el Bautista. Y volviendo luego a entrar apresurada adonde estaba el rey, pidió diciendo: quiero que luego al punto me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista. Y el rey se entristeció: mas por el juramento, y por los que con él estaban a la mesa, no quiso disgustarla: mas enviando uno de su guardia, le mandó traer la cabeza de Juan en un plato. Y le degolló en la cárcel. Y trajo su cabeza en un plato: y la dio a la mozuela, y la mozuela la dio a su madre." San Marcos VI, 17-28.
¡Cuánto debemos cuidarnos de nuestras pasiones desordenadas! Ellas nos pueden conducir a las peores ofensas a Dios nuestro Señor, nos pueden convertir en bestias salvajes, en esclavos de Satanás por las obras; ¿Dónde queda nuestra salvación eterna, nuestra salud espiritual, el templo que hemos consagrado a la augusta Trinidad?... Todo se extravía por los desórdenes de nuestras pasiones.
"En un instante se peca, en un instante se muere y en un instante se cae en el infierno."
Procuremos analizar nuestra vida con calma, los movimientos desordenados más profundos de nuestro corazón, descubrir la envidia que pueda habitar en nosotros, la soberbia oculta, el odio, la lujuria, la ira, la pereza, la avaricia, y la gula; para poder trabajar en las virtudes que hemos menester para dominar estos pecados capitales.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos y concedernos las gracias necesarias para conocernos realmente, para trabajar en nuestras miserias, para perseverar en la obra de nuestra santificación.