"Vela sobre tí mismo, y sobre la doctrina, persevera en estas cosas. Porque haciendo esto te salvarás a ti mismo, y a los que te oyeren." San Pablo a Timoteo IV, 16.
Son espíritus puros e inteligentes que Dios ha creado para adorarle y alabarle en el cielo y para cuidar a los hombres y ayudarlos a salvar eternamente su alma.
No es raro que a estas pruebas acompañen la melancolía, enfermedades corporales y, por parte de la sociedad, el abandono, pérdida de la fama, oposiciones, persecuciones, desprecio y pobreza.
El remedio para esta tristeza bien se ve que será ser uno humilde y contentarse con el lugar bajo. Ese tal estará libre de todas esas tristezas y desasosiegos, y gozará de mucha paz y descanso…
La envidia procede de la soberbia, que no puede sufrir superiores ni rivales. Cuando nos convencemos de la verdadera superioridad de otros, nos entristecemos al ver que hay quienes tienen tan buenas o mejores cualidades que nosotros, o, por lo menos, alcanzan mayores triunfos.