"Declarando esto más, lo que suele ser muy comúnmente causa y raíz de nuestras melancolías y tristezas, es, no el humor de melancolía, sino el humor de soberbia que reina mucho en nuestro corazón, como dijimos tratando de la humildad; y mientras ese humor reinare en vuestro corazón, tened por cierto que nunca os faltarán tristezas y melancolías, porque nunca faltarán ocasiones; y así, siempre viviréis con pena y con tormento. Y a esto podemos reducir lo que acabamos de decir, que no estar uno indiferente para cualquier cosa que la obediencia le quisiere mandar; porque muchas veces no es el trabajo, ni la dificultad del oficio, lo que se nos pone delante, que mayor trabajo y mayores dificultades suele haber en los oficios y puestos altos que nosotros apetecemos y deseamos; sino la soberbia y el deseo de honra. Eso es lo que nos hace fácil lo trabajoso, y pesado lo que es más fácil y ligero, y lo que nos trae tristes y melancólicos en ello: y aun sólo el pensamiento y temor si nos han de mandar aquello, basta para eso. El remedio para esta tristeza bien se ve que será ser uno humilde y contentarse con el lugar bajo. Ese tal estará libre de todas esas tristezas y desasosiegos, y gozará de mucha paz y descanso…
Porque lo que hace eso dificultoso, es el amor propio, la voluntad y juicio propio, el deseo de la honra y estimación y del deleite y de la comodidad; y todos estos impedimentos quitan y allana la humildad, porque ella hace que el hombre se tenga en poco a sí mismo, y niegue su voluntad y juicio, y desprecie las honras y estimación, y todos los bienes y contentos temporales; y quitado esto, no se siente trabajo, ni dificultad en el ejercicio de las virtudes, sino grande paz y descanso.”
San Alonso Rodríguez, Ejercicio de perfección y virtudes cristianas, tomo II, tratado VI, capítulo IV, página 515.