Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, si Dios nos ha socorrido, amparado, y protegido en lo pasado, ¿por qué no lo hará en lo porvenir?, Dios no cambia, es el mismo ayer, hoy, y siempre, en Él debemos depositar toda nuestra confianza, entregar nuestros temores, colocar nuestras dudas e incertidumbres, porque Dios es un padre amoroso que juntamente con la cruz, nos envía las gracias necesarias para nuestra santificación.
"De Dios he de esperar todo mi bien, no de los hombres, que poco me pueden ayudar o dañar." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
A cada día le bastan sus preocupaciones, en cada tribulación Dios envía su socorro para que resulte en bien de nuestra alma, con nuestra libre cooperación, y así leemos en la vida del bienaventurado apóstol san Pablo que cuando suplicó al Señor le quitara el aguijón de la carne, se le dijo: Te basta mi gracia; pues así en nuestra vida acontece que si no se retira la tribulación o aflicción que nos aqueja, nos serán otorgadas las gracias necesarias para nuestra santificación.
¿Por qué angustiarnos o preocuparnos por lo que aún no acontece, como es el día de mañana? Ni siquiera tenemos certeza de que hemos de vivir, ocupémonos de este momento, de este día, de vivir en gracia de Dios, de arrepentirnos de corazón, de fructificar los dones que hemos recibido, de llevar con paciencia las tribulaciones del presente momento.
"Mas los que aman a Jesús por el mismo Jesús y no por alguna propia consolación suya, bendícele en toda la tribulación y angustia del corazón, también como en consolación. Y aunque nunca más les quisiere dar consolación, siempre le alabarían y le querrían dar gracias. ¡Oh cuánto puede el amor puro de Jesús sin mezcla del propio provecho o amor!". Imitación de Cristo II, XI, 2.
Es de gran utilidad, meditar el motivo de nuestra existencia, la razón de nuestra estadía en la tierra, el principio y fundamento que san Ignacio de Loyola escribe en sus ejercicios espirituales, a saber: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma."
Esto debe hacernos reflexionar, queridos hermanos, para no buscar a cada paso nuestro provecho personal en la Iglesia, entre nuestros semejantes, en las actividades que realicemos; por el contrario, buscar con san Ignacio de Loyola, la mayor honra y gloria de Dios nuestro Señor.
"Luego mi fin no son precisamente las riquezas, los honores, las delicias; representar un papel brillante en el mundo, lucir, gozar, sino principalmente y ante todo servir a Dios; y servirle, no a mi antojo y capricho, sino como Él quiere que le sirva." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Algunas veces solemos quejarnos, tal vez inadvertidamente, de las sequedades espirituales, de las distracciones involuntarias en la oración, del poco fervor sensible, del vacío que podemos sentir, de las tentaciones, de las dudas e incertidumbres propias de la naturaleza humana, de las limitaciones económicas, de la enfermedad, malos entendidos, y demás cosas que puedan afligirnos a nosotros o a las personas que amamos. Todo esto lo puede permitir Dios nuestro Señor para purificarnos, para poner nuestra confianza solo en Él, para entregarnos absolutamente en sus manos amorosas, para expiar nuestros pecados.
"Todos quieren gozar con Él, mas pocos quieres sufrir algo por Él. Muchos siguen a Jesús hasta el partir el pan, mas pocos hasta beber el cáliz de la pasión." Imitación de Cristo II, XI, 1.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos conceda las gracias necesarias para aprovecharnos de todas las circunstancias para buscar la mayor honra y gloria de Dios nuestro Señor.