"No te ruego, que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos con tu verdad. Tu palabra es la verdad." San Juan XVII, 15.
Cuidarnos siempre de no caer en un espíritu amargado, pusilánime, flácido, desalentado, que pierda la vitalidad, la seguridad y la confianza en Dios nuestro Señor.
"Y Jesús les dice: ¿Qué teméis, hombres de poca fe? Y levantándose al punto, mandó a los vientos y a la mar, y se siguió una grande bonanza." San Mateo VIII, 26.
Dos amores construyeron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio a Dios hizo la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la ciudad del cielo.
El pecado enferma el alma, disminuye las energías de la persona en su conjunto, por lo regular, es en detrimento de sus finanzas, y poco a poco va provocando un vacío existencial.
Detente, has una pausa en tu vida, da lugar a la meditación, a la oración y al silencio en compañía de Jesús sacramentado, corrige el rumbo y continua tu caminar por esta tierra que es un lugar de paso, porque nuestra patria es el paraíso.
"Por tanto, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer: si tiene sed, dale de beber: porque si esto hicieres, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza. No te dejes vencer de lo malo: mas vence el mal con el bien."