17 Sep
17Sep

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, nuestra patria es el paraíso, hemos sido creados para reinar eternamente con Cristo en el cielo, por eso nuestra alma no se sacia ni obtiene la perfecta felicidad en el presente mundo, porque solo alcanza su completa realización en las moradas eternas, en la casa del Padre que nos creó para ser bienaventurados eternamente. 

Pero debemos merecer tal merced, con el uso de nuestro libre albedrío en la presente vida, amando y sirviendo a Dios nuestro Señor como Él quiere ser amado, cumplir con el fin de nuestra estadía sobre la faz de la tierra, que ya san Ignacio lo explica magistralmente: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma." Ejercicios espirituales. 

Son importantes los compromisos y actividades de la presente vida, pero ninguno de la magnitud de nuestra salvación eterna, por el contrario, todos los actos terrenos deben estar supeditados al bien eterno, de tal suerte que nos desarrollemos en plenitud conforme a nuestros dones, talentos, y estado de vida, amando y sirviendo a Dios nuestro Señor, desterrando de nuestra vida la presencia del pecado, que eso es lo que nos aparta de nuestro sumo bien, nos expone al infierno, nos roba la gracia y amistad divina. 

"Luego mi fin no son precisamente las riquezas, los honores, las delicias; representar un papel brillante en el mundo, lucir, gozar, sino principalmente y ante todo servir a Dios; y servirle, no a mi antojo y capricho, sino como Él quiere que le sirva." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

Todos los bienes, gozos, alegrías, y circunstancias de la presente vida, son temporales, porque están sujetos al tiempo de nuestra vida, la cual termina con la muerte, pero nada se puede comparar con la gloria eterna, la cual no está sujeta al tiempo, ni sufre variaciones o altibajos propios de la naturaleza humana, porque los bienaventurados están confirmados en la gracia, ya no pueden pecar, han recibido su recompensa eterna; y ese es el lugar a donde debemos aspirar, por el que debemos trabajar, por el que vale la pena llevar nuestra cruz acuestas en pos de nuestro Divino Redentor.

"Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con este o con aquel genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

En el devenir de las actividades cotidianas, en la preocupación de las necesidades inmediatas, en los compromisos del día a día, es fácil olvidar nuestro fin último, distraernos de nuestra salvación eterna, máxime ante las responsabilidades de nuestro estado de vida; por ello es importante la meditación asidua de las verdades eternas, la lectura espiritual que nos recuerde nuestra patria el paraíso, la frecuencia de los sacramentos que nos fortalezcan, la santa misa, la devoción a la bendita Madre de Dios, la invocación de los Santos, el retiro espiritual, la vida católica. 

"Una sola cosa he pedido al Señor, esta volveré a pedir, que more yo en la casa del Señor todos los días de mi vida." Salmo XXVI, 4.

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne alcanzarnos las gracias necesarias para nuestra eterna salvación, esforzándonos por perseverar en la vida de unión con nuestro Divino Redentor.  


Dios te bendiga.


   

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