Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la muerte no es el final, es el término de nuestra estadía en la tierra; el alma subsiste al cuerpo material, y ha de tener un juicio particular donde se defina el destino eterno conforme a sus obras, al estado de gracia o de pecado en que haya muerto, con o sin arrepentimiento de sus pecados; cielo o infierno eterno de acuerdo al uso de su libre albedrío.
"Inmediatamente después de la muerte tiene lugar el juicio particular en el cual el fallo divino decide la suerte eterna de los que han fallecido (sentencia próxima a la fe)." Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 697.
¿Qué estamos haciendo con nuestra vida para la eternidad?, ¿vivimos en gracia de Dios o pecado mortal de manera habitual?, ¿cuándo fue nuestra última confesión bien hecha?... Estas reflexiones debemos tener con frecuencia para apartarnos de la rutina, de la monotonía, de la somnolencia espiritual.
Si por la gracia de Dios vivimos apartado del pecado, no nos conformemos con la medianía, podemos aspirar a la vía unitiva e iluminativa de la vida espiritual; el Señor nos conceda su gracia para caminar de bien en mejor en nuestro aprovechamiento espiritual. "¿Qué haría un condenado si tuviese el tiempo que yo tengo? Y yo, ¿qué hago?... "
Empecemos por vivir en gracia de Dios, por apartarnos del pecado, por desarrollar nuestros dones y talentos para realizarnos en nuestra vida, para fortalecernos de manera integral, para alcanzar la plenitud conforme a nuestras obligaciones de estado.
Tarde que temprano hemos de morir, el día y la hora es incierto, pero es un hecho que hemos de enfrentar nuestra muerte, la cual, es la puerta para la eternidad, bienaventuradas las almas que mueren en gracia de Dios y con la indulgencia plenaria, les aguarda una eternidad de gloria en el paraíso, muy por el contrario las almas que mueren en pecado mortal sin arrepentimiento u obstinados en su pecado.
Pretiosa in conspectu Domini mors Sanctorum ejus. "Preciosa en la presencia del Señor la muerte de sus santos". Salmo CXV, 15.
Mors peccatorum pésima: "Es pésima la muerte de los pecadores". Salmo XXXIII, 22.
La gran responsabilidad que tenemos es la salvación eterna de nuestra alma, compromiso ineludible, es el motivo de nuestra estadía en la tierra, este debe ser nuestro oficio y ocupación, es la prioridad sobre todas las cosas que existen sobre la faz de la tierra, nada más importante que nuestra salvación eterna y la de nuestros prójimos.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne ser nuestra abogada ante el acatamiento de Dios nuestro Señor, sea nuestra protectora en el día de nuestro juicio, y nos permita entrar en las moradas eternas.