17 May
17May

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, todo en la vida requiere un esfuerzo para conseguir nuestros objetivos, con mayor razón en la vida espiritual, donde buscamos el bien del alma, la gloria de Dios, la salvación eterna; grande, en verdad, son los progresos del alma, pero nada hay seguro hasta recibir el galardón de la eterna bienaventuranza, porque mientras vivamos en este mundo, estamos sujetos a las limitaciones de nuestra humana naturaleza, por lo cual, nunca debemos confiarnos, ni pensar que todo está asegurado o que ya ha sido suficiente y podemos descansar. 

Por esto, los padres espirituales nos recomiendan que pidamos la perseverancia final, es decir, permanecer alertas, en pie de lucha, sin abandonar nuestras obligaciones de estado, nuestros santos propósitos, la gracia y amistad con Dios nuestro Señor. 

Muchas almas se han confiado en los logros que han obtenido, y han venido a menos por creer que ya ha sido suficiente, que tienen asegurado el reino de los cielos; y así vemos en la existencia de Luzbel, gran príncipe de la milicia celestial, excelso entre los ángeles, que desgraciadamente se rebelo contra Dios nuestro Señor, precipitándose de las alturas celestiales, a lo más profundo de los habernos por el pecado de soberbia al rebelarse contra nuestro Dios. 

Hay épocas en la vida espiritual en que las almas se cansan de rezar o de llevar la vida espiritual, e incluso en los adelantados padecen las noches oscuras, donde pueden perder el gusto sensible por las prácticas de piedad cristiana, y pueden convertirse hasta repugnantes, las que en otro tiempo eran de gran devoción sensible; siendo necesario pasar por esos periodos, si la Providencia así lo permite, para purificarnos, y buscar según palabras de santa Teresa, al Dios de los consuelos, y no los consuelos de Dios. 

Por esto, queridos hermanos, no debemos aficionarnos tanto a lo que sentimos, es decir, al gozo sensible que podemos experimentar en las obras de piedad, en las oraciones, y en general, en la vida católica; si bien es cierto que son una ayuda, pero no son el fundamento de nuestra vida espiritual, precisamente porque en el desarrollo puede la Divina Providencia purificarnos, quitándonos el gozo sensible, para que busquemos sencillamente a Dios no por lo que nos da, sino por lo que es. 

De aquí, lo benéfico de las noches oscuras, de la tribulación, de los reveses en la vida, que nos postran de rodillas ante Dios para implorar su perdón y misericordia, para pedir la perseverancia final, para comprender las limitaciones de nuestra humana naturaleza que muchas veces se apega a los consuelos espirituales olvidándose de que regularmente nuestras almas deben ser probadas en la tribulación. 

Por tanto, ni la muerte de nuestros seres queridos, ni la enfermedad, ni la pobreza deben hacernos abandonar nuestra vida espiritual, antes al contrario, debemos madurar, crecer, ser consientes que Dios no está para nuestro servicio, sino que debemos ante todo, amar y servir a Dios nuestro Señor, como él quiere ser amado en las circunstancias particulares que a cada uno nos haya tocado vivir. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos fortalezca en la tribulación, nos mantenga firmes en la prueba, para que pasados los días aciagos podamos ser purificados y alcanzar la eterna bienaventuranza. 


Dios te bendiga.


 

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