Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, vivamos en el mundo sin corromper nuestras almas, convivamos con nuestro entorno sin perder la gracia de Dios; podemos sonreír, jugar, trabajar, divertirnos, llorar si es necesario, guardando los mandamientos: "Pues si coméis, o si bebéis, o hacéis cualquier otra cosa: hacedlo todo a gloria de Dios." Corintios X, 31.
Volvamos pronto a nuestro interior, fortalezcámonos en la gracia de Dios, porque es ahí donde tenemos nuestra energía, identidad y seguridad para desenvolvernos en el mundo. "No te ruego, que los quites del mundo, sino que los guardes del mal." San Juan XVII, 15.
De gran utilidad es la meditación por la mañana, las oraciones jaculatorias, las consideraciones sobre el fin de nuestra existencia, invocar a la augusta Madre de Dios, pedir la intercesión de los Santos.
En el lugar donde vivamos, en las condiciones particulares, con las circunstancias favorables y adversas, debemos vivir cristianamente, a saber: recuperar con facilidad la presencia de Dios, tener la disciplina de ofrecer nuestras obras, la habilidad de identificar las tentaciones, la destreza para desarticular los artificios del mundo y las sutilezas de la carne, resguardar la gracia que habita en nosotros.
Este estilo de vida, requiere un espíritu sosegado y empoderado de uno mismo, ideas claras, conceptos precisos, dominio de las pasiones, y por supuesto, la asistencia divina.
La verdadera fortaleza se encuentra en el dominio de nosotros mismos, en el conocimiento de nuestra naturaleza humana y de la grandeza de Dios nuestro Señor, en la presencia divina que habita en nosotros por la gracia.
"Jesús respondió y le dijo: si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él." San Juan XIV, 23.
Pidamos la intercesión de la augusta Madre de Dios, el patrocinio de los Santos, procuremos vivir cristianamente para merecer la bienaventuranza eterna.
"Una sola cosa he pedido al Señor, esta volveré a pedir, que more yo en la casa del Señor todos los días de mi vida." Salmo XXVI, 4.