Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, los seres humanos estamos configurados de tal manera, que tenemos un cuerpo material, y un alma espiritual que subsiste a la muerte; hemos sido creados para la eternidad, para vivir eternamente en el cielo, pero Dios en su infinita misericordia nos ha concedido la libertad, para que nosotros participemos con nuestros méritos de la recompensa eterna.
"El hombre consta de dos partes esenciales: el cuerpo material y el alma espiritual (de fe)." Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 165.
Dios nos ha creado para el cielo, pero tenemos el libre albedrío para guardar los mandamientos y así salvarnos, o para apartarnos de la ley de nuestro Señor y entrar en los abismos del infierno, tal como aconteció con los demonios, que fueron creados buenos, pero se hicieron malos por su propia elección:
"Los espíritus malos (demonios) fueron creados buenos por Dios; pero se hicieron malos por su propia culpa (de fe)". Dz 428. Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 199.
Dios es infinitamente misericordioso, siempre dispuesto a perdonar, por ello instituyo el sacramento de la penitencia, para que los sacerdotes absuelvan de los pecados con el poder de Dios, pero respeta nuestra libertad, aunque siempre nos insta a vivir en estado de gracia, tan es así, que nos ha concedido un ángel de la guarda que nos ayude, proteja, y conduzca al cielo, pero conservamos la libertad para guardar los santos mandamientos o trasgredirlos.
"Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal van al infierno (de fe)." Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 703.
Por esto, es tan grave el pecado mortal, si nos sorprende la muerte en este lastimoso estado, las consecuencias son catastróficas, y sin embargo, tantas almas viven habitualmente apartadas de la gracia, pensando que en el último momento de su vida se han de arrepentir para entrar en el cielo; en una empresa tan delicada, como es nuestra salvación eterna, no podemos permitirnos este abuso del libre albedrío.
La libertad de los hijos de Dios rompe las cadenas de la esclavitud del pecado mortal, es la que nos permite creer y vivir haciendo la voluntad de Dios, porque se ha conocido y creído en la verdad, es la capacidad para realizarnos en este mundo conforme a nuestro estado, dones, y talentos, amando y sirviendo a Dios nuestro Señor, para verle y gozarle eternamente en el cielo.
"Y decía Jesús a los judíos que en él habían creído: si vosotros perseverareis en mi palabra, verdaderamente seréis mis discípulos: y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." San Juan VIII, 31.
Roguemos a la augusta Madre De Dios, se digne acompañarnos para gozar de la libertad de los hijos de Dios, llevando el buen olor de Cristo en nuestras obras hasta la muerte.