10 Dec
10Dec

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, hay muchas almas que experimentamos en la presente vida la muerte en nuestros seres queridos, la enfermedad de nuestros más allegados, accidentes que ponen en peligro la vida de los parientes cercanos; lo cual, como es natural, nos lleva a implorar la misericordia de Dios, para que puedan continuar con lozanía en la presente vida, convirtiéndose en momentos de tribulación y desconcierto. 

¿Acaso, no hemos nacido para morir?, algún día debemos abandonar la tierra para ser juzgados, y lo importante no es una vida larga o corta, lo fundamental es entrar en el reino de los cielos, por lo cual, aunque es doloroso, más allá de pedir e implorar la salud física y la solución a los problemas que nos aquejan, debemos implorar la misericordia del Autor de nuestra vida, para que entremos en el paraíso, en la morada de los santos.  

"Una sola cosa he pedido al Señor, esta volveré a pedir, que more yo en la casa del Señor todos los días de mi vida". Salmo XXVI, 4.

¿Qué nos aprovecha vivir muchos años, tener honra, salud, y bienestar económico, si nuestra alma se ha de condenar?, ¿de qué nos sirve ganar el mundo si nuestra alma se pierde?, ¿cómo encapricharnos en buscar el género de muerte, si descuidamos la salvación eterna?... Hemos nacido para morir en la vida presente, y después tener vida eterna, sea en el cielo o en el infierno, a lo cual, debe obedecer nuestros trabajos y esfuerzos, en alcanzar la gloria eterna. 

"¿Qué haría un condenado si tuviese el tiempo que yo tengo? Y yo, ¿qué hago?."

Nuestra alma no puede morir, subsiste a la muerte del cuerpo, para después volverse a unir en la resurrección de los cuerpos, para vivir eternamente en el cielo o en el infierno, conforme al género de vida que hallamos tenido; por tanto, ocupémonos de vivir en gracia y amistad con Dios nuestro Señor, esforcémonos en guardar los santos mandamientos, en acrecentar los dones y talentos que hemos recibido, en llevar el buen olor de Cristo en la libertad de los hijos de Dios. 

"¿De qué le sirve al hombre el ganar todo el mundo, si pierde su alma?" San Mateo XVI, 26.

¿En qué aprovecha preocuparse por el género de muerte si vivimos en pecado mortal?, ocupémonos en vivir santamente, y que sea la Divina Providencia la que determine y escoja nuestra partida a la patria eterna, sea la voluntad de Dios la que sea glorificada en que sea su voluntad y no la nuestra.

Hay que desapegarnos aún de nuestro propio querer, de pretender hacer en todo nuestra voluntad, que nos puede llevar a intentar determinar aún el modo de nuestra partida de la presente vida; sea la voluntad de Dios glorificada en nuestra vida, sea la muerte que la Providencia resuelva para nosotros, pidiendo solo la perseverancia final, morir en gracia y amistad con Dios nuestro Señor, para alcanzar el reino de los cielos. 

Es lícito, laudable, y aconsejable, implorar la misericordia de Dios, la intercesión del señor san José, de los santos de nuestra particular devoción, que nos alcance una muerte católica, acompañada de los sacramentos, bendecida por la bendita Madre de Dios, lo cual debemos pedir cada día en nuestras oraciones. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne concedernos una muerte católica, la perseverancia final, y la entrada en el reino de los cielos. 


Dios te bendiga.



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