22 May
22May

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, en el camino de la vida espiritual hay altibajos, días de tribulación y otros de gozo, pues no debemos olvidar que estamos en un periodo de prueba, el cual termina con la muerte, en tanto cuanto, estamos unidos a la naturaleza humana con sus fortalezas y debilidades, donde tenemos tres enemigos de nuestra salvación eterna, a saber: el mundo, el demonio, y la carne. 

"Es el hombre un compuesto misterioso de cuerpo y alma, de materia y espíritu que en él se juntan íntimamente para formar una sola naturaleza y una sola persona. Es, pues, por así decirlo, el punto de unión, el lazo que junta los espíritus y los cuerpos, un compendio de las maravillas de la creación". Tanquerey, compendio de teología ascética y mística, No. 52, 1º, página 37. 

Por esta razón no debemos apegarnos tanto a los gozos sensibles, a desear sentir placer o gozo espiritual al realizar nuestras obras de piedad, nuestras oraciones, y demás prácticas del buen cristiano; esto en razón, de que por las limitaciones de nuestra naturaleza humana, y por nuestra condición en el mundo, estamos sujetos a diferentes cambios; incluso Dios nuestro Señor permite las arideces espirituales para crecer en la entrega de nosotros mismos, para que en palabras de santa Teresa de Jesús, busquemos al Dios de los consuelos, y no los consuelos de Dios.

Hay almas tan apegadas al gozo espiritual, que el día que no sienten nada se abaten y piensan en abandonar toda práctica de piedad cristiana, algunas piensan que Dios se ha enojado con ellas, o que han cometido algo muy grave para no sentir los placeres espirituales que en otro tiempo experimentaban.

Lo mismo acontece con las distracciones en la oración, e incluso se pueden padecer tentaciones durante nuestras meditaciones, plegarias, y encuentros con Dios nuestro Señor, pero todo esto, no es motivo para abandonar la oración, sencillamente debemos rectificar la intención, y procurar prepararnos para serenarnos de las labores del día, tranquilizar nuestra alma y nuestro cuerpo para que la oración se haga en paz y tranquilidad. 

"Es, pues, la vida una lucha: porque nuestras facultades inferiores se inclinan con fuerza al placer, mientras que las superiores tienden hacia el bien honesto. Mas entre estos dos suele haber conflicto: lo que nos agrada, lo que es, o nos parece ser útil para nosotros, no es siempre bueno moralmente; será menester que la razón, para imponer el orden, reprima las tendencias contrarias y las venza: ésta es la lucha del espíritu contra la carne, de la voluntad contra la pasión." Tanquerey, compendio de teología ascética y mística, No. 55, 3º, página 38. 

No es de extrañar que un alma que se inmiscuye en asuntos que no le conciernen, que pretende estar enterada de todo, que poco o nada se prepara para la oración, este llena de distracciones, ocurrencias y con arideces espirituales. 

"Mucha paz tendríamos si en los dichos y hechos ajenos que no nos pertenecen, no quisiésemos meternos. ¿Cómo quiere estar en paz mucho tiempo el que se entromete en cuidados ajenos, y busca ocasiones exteriores, y dentro de sí poco o tarde se recoge?" Imitación de Cristo I, XI, 1. 

La oración es el encuentro con Dios, la cual, por la misma relevancia, debe prepararse, hacerse sin prisas, con calma, pronunciar y entender bien lo que estamos diciendo, de tal manera que las distracciones o sequedades que podamos padecer no sean provocadas por negligencia personal.

"Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento del mundo." Imitación de Cristo, III, I, 1.

Para lo cual, ayuda bastante, hacer examen de conciencia, buenas confesiones, la dirección espiritual, tener un lugar propósito para la oración donde haya soledad y silencio, preparar nuestro cuerpo y nuestra alma para entregarnos a la oración, de tal manera que nos desembaracemos de las ataduras del mundo para entregarnos al encuentro con el Autor de nuestra vida. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos, iluminar nuestro entendimiento y fortalecer nuestra voluntad para hacer con santa diligencia nuestras oraciones y prácticas de piedad cristiana, hasta llegar al las puertas de la gloria eterna. 


Dios te bendiga.



  

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