13 Jan
13Jan

Queridos hermanos en Nuestro Señor Jesucristo, debemos buscar la paz que el mundo no puede dar, la paz que es fruto de la presencia de Nuestro Redentor en cada uno de nuestros corazones, en una conciencia en gracia y amistad con Dios Nuestro Señor, en una vida cristianizada por el cumplimiento de los mandamientos de la ley de Dios: "La paz os dejo, la paz mía os doy: no os la doy yo como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde." San Juan XIV, 27.

En el lugar donde vivas con sus circunstancias particulares, en el estado de vida que te encuentres puedes agradar a Dios Nuestro Señor, puedes vivir en paz, basta que te determines a cumplir los mandamientos, a llevar una vida cristiana distinguida por la presencia de Dios en tu vida: "Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con éste o con aquél genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios." San Ignacio de Loyola. 

El mundo termina por agotar el alma, por dejarla vacía, porque sencillamente no somos del mundo: "Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya: pero como no sois del mundo, sino que os entresaqué yo del mundo, por eso el mundo os aborrece." San Juan XV, 19. 

Por esto, queridos hermanos, debemos rezar todos los días, pedir las gracias necesarias para vivir cristianamente, alimentarnos con los sagrados sacramentos, fortalecer nuestra fe con el estudio de la doctrina católica, meditar las verdades eternas, y sobre todo, esforzarnos en tener una verdadera devoción a la Santísima Virgen María, la cual es señal de salvación eterna. 

"¿Qué puede dar el mundo sin Jesús? Estar sin Jesús, es grave infierno; estar con Jesús, es dulce paraíso." Imitación de Cristo II, 8, 2. 


Dios te bendiga.




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