1º El primer engaño es prometerme muchos años de vida y echar trazas de lo que tengo que hacer en ellos, como si esto dependiera solamente de mi voluntad y no de la de Dios, el cual, quizá, tiene trazado de quitarme la vida en la misma noche o día en que pensaba yo que sería muy larga, y con esto deshace mis trazas. Por lo cual me reprenderé con las palabras de Santiago Apóstol, diciendo: ¿Cómo te atreves a decir: Mañana iré a tal ciudad, y estaré allí un año, negociaré y saldré con ganancia; y no sabes lo que será de ti mañana? Porque tu vida es un vapor que presto se deshace.
2º El segundo engaño es prometerme, no solamente larga vida, sino asegurarme que tendré salud, fuerzas y contento con los bienes que poseo, y que ellos también durarán tanto como yo. De donde procede que con la obra exhorto a mi alma y le digo: Descansa, come, bebe, date a banquetes y placeres, que nada te faltará. Lo cual es un gravísimo engaño, porque todo depende de Dios, el cual me puede quitar los bienes antes de que se me acabe la vida, y cuando no los quite, me puede quitar la salud y fuerzas, de modo que no goce.
3º El tercer engaño es olvidarse de proveer lo necesario para la otra vida, como si no hubiera más que esta presente, y ésta fue la más calificada necedad de ese rico, porque habiendo proveído a su alma de tantos bienes para pasar esta vida temporal, totalmente se olvidó de proveerla de los bienes necesarios para la vida eterna; por lo cual es forzoso que la desventurada alma que en esta miserable vida comía, bebía y banqueteaba, después padeciese perpetua hambre y sed y eterna miseria.