"No te ruego, que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos con tu verdad. Tu palabra es la verdad." San Juan XVII, 15.
"Nadie hay que viva siempre, y que de ello tenga esperanza... Porque los que viven saben que han de morir, más los muertos nada más saben". Eclesiastés IX, 4.