16 Jan
16Jan

Queridos hermanos en Nuestro Señor Jesucristo, hemos sido creados para vivir eternamente en el cielo, para ser felices después de la presente vida en la tierra; con cuanta alegría debemos recordar cada día que nuestra patria es el paraíso, por ello tiene sentido vivir cristianamente, cumplir los sagrados mandamientos de la ley de Dios, evitar las ocasiones de pecado, rezar el santo Rosario y confesar con sinceridad nuestros pecados. 

"Por cuanto el mismo Señor, a la intimación, a la voz del arcángel, y al sonido de la trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los que murieron en Cristo resucitarán los primeros. Después, nosotros los vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados, juntamente con ellos, sobre nubes al encuentro de Cristo en el aire, y así estaremos con el Señor eternamente. Consolaos, pues, los unos a los otros con estas verdades." Tesalonicenses IV, 16.  

La meditación de las verdades eternas es fundamental en nuestra vida, recordar cada día el fin para el que hemos sido creados, reflexionar sobre el motivo de nuestra estadía en la tierra, la gravedad del pecado mortal, el inmenso bien que nos provee rezar el santo Rosario. 

"La oración mental, de que aquí hablamos, es obra de las tres potencias interiores del alma: memoria, entendimiento y voluntad, ejercitando con el divino favor sus actos acerca de los misterios y verdades que enseña nuestra Santa Fe católica, y hablando dentro de nosotros mismos con Dios Nuestro Señor, tratando familiarmente con Él, pidiéndole sus dones y negociando todo lo necesario para nuestra salvación y perfección." Luis La Puente, SJ, Meditaciones de los misterios de nuestra Santa Fe, página 4. 

Pidamos a Dios Nuestro Señor la gracia de tener oración todos los días, de perseverar en nuestros santos propósitos; y poco a poco con la ayuda de la gracia apartarnos de todo lo que nos aparta de Dios.

"Aún cuando os hallaseis en el borde del abismo o tuvieseis ya un pie en el infierno; aunque hubieseis vendido vuestra alma al diablo; aun cuando fueseis un hereje endurecido y obstinado como un demonio, tarde o temprano os convertiréis y os salvaréis, con tal que (lo repito, y notad las palabras y los términos de mi consejo) recéis devotamente todos los días el Santo Rosario hasta la muerte, para conocer la verdad y obtener la contrición y el perdón de vuestros pecados." San Luis María G. de Montfort, El secreto del Rosario.  


Dios te bendiga.



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