“En el año 1578 una mujer de Amberes se entregó al demonio, firmando el acta de entrega con su sangre. Algún tiempo después se arrepintió, y, como sintiera gran deseo de reparar el mal que había hecho, buscó un confesor prudente y caritativo para conocer el medio de librarse del poder del diablo.
Encontró efectivamente un sabio y virtuoso sacerdote que le aconsejó buscase al P. Henry, director de la Cofradía del Santo Rosario, del convento de Santo Domingo, para que la inscribiese en la Cofradía y la confesara, y así se lo pidió; más, en vez del Padre, encontró al demonio bajo la forma de un religioso que la reprendió severamente y le dijo que ninguna gracia podía esperar de Dios ni había modo de revocar lo que había firmado, lo cual la afligió mucho.
No por eso perdió por completo la esperanza en la misericordia del Señor y volvió a buscar al Padre, encontrando nuevamente al diablo, que la rechazó como en la ocasión anterior; más repitiendo por tercera vez el intento, permitió el Señor que encontrase al P. Henry, a quien buscaba y que la recibió con caridad, exhortándola a confiar en la bondad de Dios y hacer una buena confesión; la admitió en la Cofradía y le ordenó que con frecuencia rezase el santo Rosario.
Y un día, durante la misa que el Padre celebraba a intención de la mencionada mujer, la Santísima Virgen obligó al diablo a devolverle la cédula firmada, quedando de ese modo liberada por la autoridad de María y la devoción al Rosario.”
San Luis María G. de Montfort, Obras completas, BAC, 1953, página 368.