28 Jan
28Jan

Tomado del libro: "Diálogo de la eterna sabiduría", del beato Enrique Suson, capítulo XIII.

“Ante los ojos del mundo el dolor es abyección, ante mis ojos el dolor es dignidad inconmensurable. El dolor extingue mi ira y hace al hombre merecedor de mi gracia. El dolor convierte al hombre en un ser capaz de ser amado por mí; porque el hombre que sufre se parece a mí.

El dolor es un bien oculto que nadie puede pagar debidamente, y si un hombre estuviese arrodillado ante mí pidiéndome que le concediera un dolor, nunca llegaría a merecerlo. Al hombre terreno le convierte en hombre celestial. El dolor aparta al hombre del mundo y le comunica, en lugar de ello, una confianza perenne. Disminuye el número de amigos y aumenta la gracia. El hombre a quien yo entregue mi amistad tiene que haber sido negado y abandonado por todo el mundo. El dolor es el camino más seguro, y es también el más corto y recto.

El que sabe lo útil que es el dolor lo debería recibir considerándolo como una gracia valiosa. Hay muchos hombres que eran hijos de la muerte eterna y se habían quedado dormidos en un profundo sueño, hasta que el dolor los ha despertado y ha animado a comenzar una vida nueva…

El dolor hace que el hombre se conozca a sí mismo, que sea benigno para con el prójimo. El dolor mantiene la humildad del alma y enseña la paciencia; es un guardián de la pureza y trae al hombre la corona de la felicidad eterna. Apenas abra un hombre en quien el dolor no haya producido buenos efectos, ya sea que viva en pecado o que se halle en los principios en estado de progreso, o en el de la perfección; porque el dolor purifica el hierro, acrisola el oro y es un adorno de joyas. 

El dolor limpia la mancha del pecado, disminuye el purgatorio, ahuyenta las tentaciones, corrige las faltas, renueva el espíritu; trae consigo la verdadera confianza, purifica la conciencia y comunica magnanimidad.

El dolor hace a los hombres prudentes y experimentados ¿Qué sabe el hombre que no ha sufrido? El dolor es férula del amor, un azote paternal que yo tengo para mis elegidos. El dolor hace que el hombre tienda hacia Dios, lo quiera o no. El que conserva la alegría en los dolores, ése saca provecho del amor y de los sufrimientos, de los amigos y de los enemigos. ¡Cuantas veces a los enemigos que rechinan los dientes les has puesto una mordaza de hierro y les has condenado a la impotencia con tu alegre alabanza y con tu manso sufrir! Yo preferiría crear dolores de la nada antes que dejar a mis amigos sin sufrimientos. Porque en los dolores se acrisolan las virtudes, se adorna el hombre, se mejora el prójimo, es alabado Dios.

La paciencia en el dolor es un sacrificio vivo, es ante mi semblante un dulce perfume de noble bálsamo, es un milagro que sube hasta la presencia de las milicias celestiales. Nunca caballero alguno diestro en los torneos fue tan admirado como es admirado por las milicias celestiales el hombre que sabe sufrir. Todos los santos han probado antes el cáliz que bebe el hombre que sufre. Todos exclaman unánimemente que no tienen veneno alguno y que es una bebida saludable. Es el camino estrecho que conduce majestuosamente hasta las puertas celestiales. El dolor convierte al hombre en compañero de los mártires, conduce a la alabanza, conduce a la victoria contra todos los enemigos.”

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