Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, el hombre desde que nace tiene tres grandes enemigos que hacen alianza para condenarlo al infierno, a saber: mundo, demonio y carne; los cuales utilizan muchas artimañas durante la vida entera del hombre para conducirlo a la eterna desgracia; por lo cual, es una necesidad imperiosa combatir en favor del fin para el cual hemos sido creados: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma."
Claramente, nos escribe san Pablo este combate: "Vestíos la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque nosotros no tenemos que luchar contra la carne, y la sangre: sino contra los principados, y potestades, contra los gobernadores de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus de maldad en los aires. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios; para que podáis resistir en el día malo, y estar cumplidos en todo." Efesios VI, 11.
Nosotros, somos un compuesto de alma y cuerpo, cuyos elementos tienen intereses distintos, de tal forma que ya en nuestro interior se presenta una lucha por el dominio de la voluntad: "Porque la carne codicia contra el espíritu: y ese espíritu contra la carne: porque estas dos cosas son contrarias entre sí: para que no hagáis todas las cosas que queréis... Las obras de la carne están patentes: como son fornicación, impureza, deshonestidad, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades, contiendas, celos, iras, riñas, discordias, sectas, envidias, homicidios, embriagueces, glotonerías y otras cosas como estas, sobre las cuales os denuncio, como ya lo dije: Que los que tales cosas hacen, no alcanzarán el reino de Dios. Más el fruto del espíritu es: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe modestia, continencia, castidad. Contra estas cosas no hay ley. Y los que son de Cristo, crucificaron su propia carne con sus vicios y concupiscencias." Gálatas V, 17.
Hay una lucha al interior de nosotros, entre el espíritu y la carne, además del combate espiritual permanente; Por esto escribe el santo Job: Militia est vita hominis super terram, "Milicia es la vida del hombre sobre la tierra" Job VII, 1.
"El cristiano es un combatiente; y es doctrina común de la Iglesia de Dios que el cristiano que no combate está ya vencido. El hombre para obrar ha de esforzar su libertad, ha de sobreponerse, ha de dominar; de otra suerte, él es quien queda vencido y esclavo. El pecado es siempre una derrota, un fracaso y una debilidad.” Doc. D. José Torras y Bages, Obispo de Vich, "De la Ciudad de Dios y del evangelio de la paz", 1913, tomo III, página 178.
Queridos hermanos, tomemos nuestro alimento para este combate espiritual, en la frecuencia de los sacramentos, en la doctrina católica, en la meditación de las verdades eternas, en la lectura espiritual, en la oración, y sobre todo, con la verdadera devoción a la Santísima Virgen María.
Quiera Dios nuestro Señor, movernos a devoción, a trabajar por el bien de nuestra salvación eterna en el buen combate que se vive cada día en el interior de nosotros, para que prevalezca la gracia de Dios en nuestra alma, y podamos ayudar a nuestros hermanos, vivos y difuntos con nuestras oraciones.