07 Jan
07Jan


Ante tus ojos, Señor, ponemos nuestras culpas, y junto a ellas ponemos los castigos recibidos. Si pensamos el mal que hemos hecho, es menos lo que padecemos, y más lo que merecemos. Es más grave lo que cometimos, y más leve lo que sufrimos. En tus castigos se aniquila nuestra debilidad, mas no se muda nuestra iniquidad. Nuestra vida suspira en el penar, pero no se enmienda en el obrar. Si esperas, no nos corregimos; si castigas, no lo sufrimos. Mientras dura el castigo, confesamos lo que pecamos; cuando pasa tu visita, olvidamos lo que lloramos. Si extiendes tu mano, prometemos obrar bien; si suspendes el golpe, no pagamos lo prometido. Si hieres, clamamos para que perdones; si perdonas, de nuevo provocamos para que hieras. Concédenos, Padre omnipotente, aunque no lo merezcamos, lo que te pedimos, pues hiciste de la nada a los que te lo pedimos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.



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