"Aún cuando os hallaseis en el borde del abismo o tuvieseis ya un pie en el infierno; aunque hubieseis vendido vuestra alma al diablo; aun cuando fueseis un hereje endurecido y obstinado como un demonio, tarde o temprano os convertiréis y os salvaréis, con tal que (lo repito, y notad las palabras y los términos de mi consejo) recéis devotamente todos los días el Santo Rosario hasta la muerte, para conocer la verdad y obtener la contrición y el perdón de vuestros pecados."
Cuando ya ví cerca la muerte, mirándome tan abandonada y llena de pecados, volví los ojos a la Madre de Dios, diciendo: Señora, no hay quien me valga en este último trance; pero Vos acogéis a todos los desamparados.